@SairamRivas: Trofeo de la Dictadura (5 y última parte)

Crónicas sencillas

Jesús Noel Hermoso F.

A las 3 de la madrugada un oficial de la Guardia Nacional Bolivariana se alejó poco a poco de aquella orgía destructora. Con disimulo se colocó distante de un acto vilmente ilegal. Vio sorprendido cómo destrozron las supuestas “pruebas” presentes en carpas, empapadas por la lluvia indeseada. Libros, poemarios, ropa, papeles, pinceles, pintura, todo volaba por los aires arrojado con furia resentida. Decenas de jóvenes, entredormidos aún, a empujones y golpes eran obligarlos a caminar. Sairam Rivas también había sido atropellada, pero se detuvo con valentía y exigió le permitieran recoger sus libros y enseres personales. Ese mismo oficial, antes alejado, se acercó y le dijo con amabilidad inusual: “Vamos chamita, yo te acompaño”.


El 8 de mayo se produjo en Venezuela un hecho histórico en la memoria represiva nacional, que a la luz del tiempo tendrá el valor correcto. Una operación militar “capturó” cerca de 400 jóvenes, de los cuales y luego de depurar en la instalación de un fuerte militar, quedaron 244 pertenecientes a 4 campamentos de resistencia que se habían instalado en la ciudad de Caracas. 

Sai lideraba la Plaza de la Resistencia Alfredo Sadel en Baruta. Plaza que rinde homenaje al fallecido tenor venezolano, quien fuera parte también de la Resistencia en la lucha contra la dictadura de Pérez Jiménez. 

Aquella madrugada y ya en el Fuerte Tiuna, un ciudadano de mal aspecto que estaba esposado a otros jóvenes en el Core 5, gritó aireado: Ey, a mí me sueltan. Yo lo que soy es piedrero y no tengo nada que ver con esta gente. Así, logró su liberación en la depuración de la masa capturada.

244 jóvenes fueron amontonados en un campo improvisado de concentración, esposados con cintas plásticas por parejas; con la dignidad levantada, madrugada, amanecida y atropellada por el tropel militar que daba tumbos, confundía órdenes y no sabía qué hacer con tanto muchacho rebelde. Decenas de ellos hijos de oficiales, militares, policías, miembros del gobierno. Algunos Chavistas incluso, decepcionados del “proceso”. Tuve la oportunidad de conocer a varios en la Plaza de la Resistencia y aún conservo su mirada libre y limpia en mi memoria.

A media mañana un fiscal acusador se le acercó amablemente a Sai y le dijo: llama rápido y avisa. Hizo su primera llamada y aún recojo pedazos de mi corazón porque dolorosamente no pude responder. Inmediatamente llamó a su “abuelito” Carlos Hermoso y en cortos segundos dijo: “Los muchachos están bien. Quieren sembrarle drogas, es una trampa. Todos estamos firmes”… Sai daba cuenta de sus compañeros antes que de ella misma y de la manera más espontánea, como lo debe hacer un dirigente. La llamada fue cortada repentinamente pero el mensaje había bastado. Ese mismo fiscal le avisó luego a su Mamá, Sandis Moreno, que Sai había caído con todos los otros jóvenes de los campamentos y que estaba detenida pero "bien". 

Dos días después, durante el juicio, en una oscura celda del Palacio de “Justicia” de nuevo un oficial de la GNB pidió que Sai no fuese esposada con las manos a la espalda. Un soldado cumplió la orden. El oficial luego se acercó a Sai y le entregó un papelito que decía escrito: "Sigan luchando hasta el fin, hasta conquistar sus sueños de libertad". Hubo nuevamente una expresión de dignidad militar colándose entre los carceleros de aquellas centenas de jóvenes rebeldes. 

Fue un juicio sin precedentes en la Venezuela democrática. Un alguacil con varias décadas de servicio comentó que era primera vez en la historia que se hacía un juicio masivo en el pasillo del tribunal. Otro, más joven, asegura que es primera vez que oficiales con armamento de guerra entraban en los espacios del tribunal. El país fue testigo de un hecho histórico por aberrante en materia judicial, que apenas fue difundido por tuiter. No hubo en el transcurso del juicio un medio de comunicación público o privado. Un periodista independiente, @MenanioBar, comentó en su cuenta tuiter aquel 10 de mayo: “Este, si no me equivoco, es uno de los hechos más notorios en la historia judicial del país y sólo están dos personas con Twitter”.

A las 8:20pm un tribunal dio sentencia de prisión para 18 (7 menores de edad) entre los cuales destaca el caso de Sairam Rivas, quien quedó encarcelada con el argumento de un informe del Sebín que señala lo siguiente: “Marchaba bajo el sol, daba discursos llamando a jóvenes a luchar, daba ruedas de prensa y declaraciones contra el gobierno”. Tras la sentencia se oyó un fuerte estruendo, y los reclamos y gritos de justicia de los jóvenes que aún no habían sido liberados se tornaron en consignas llenas de ira. Comenzaron a golpear las mesas, las paredes, se levantaron llevándose a golpes todo a su paso, empujando incluso a los GNB que estaban de custodios y quienes se vieron obligados a pedir refuerzos. Los gritos ante la injusticia se tornaron lágrimas de orgullo en los rostros de los abogados. Se dio una sentencia inaudita que encarceló a unos muchachos que habían decidido soñar a Venezuela libre y soberana. Pero finalmente fueron saliendo uno a uno los más de 200 jóvenes liberados, hacia el encuentro con sus familiares. Sandis, ahogada de impotencia, no vio salir a su hija.

Sai fue encerrada en un tigrito apartado en los sótanos oscuros del “Palacio de Justicia". Una celda en la que el hedor putrefacto de la letrina, las paredes sudadas de miseria y sangre oxidada, los barrotes empegostados de injusticia y opresión, hicieron que perdiera ligeramente el conocimiento y sintiera que iba camino a la tortura. Se levantó con pocas fuerzas y comenzó a gritar, a exigir mejor trato, a exigir que se le mudara de ese espantoso lugar ya que ella era estudiante y no delincuente, que aún así, ni un delincuente merecía tal trato. Así, un oficial de la GNB se acercó nuevamente y pidió que la sacaran al pasillo. Sai pudo respirar nuevamente, pero siguió ofuscada lanzando a grito firme un discurso contra la injusticia, esperando con entereza el traslado a la sede de la policía política en el Helicoide.

Sairam Rivas lleva hoy, cuando escribo esta última crónica inconclusa, 23 días en prisión. 21 días sin recibir un rayo de sol. Está en una celda de 16 metros cuadrados con 5 compañeras. Siguen incólume. Sigue erguida en su espíritu revolucionario y libertario. Que nadie se confunda. Con 20 años apenas comienza su historia...

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